lunes, 5 de marzo de 2012

Conoce los once mandamientos del marketing personal para emprendedores

Los negocios también necesitan revisar la experiencia y la imagen para ofrecer lo mejor al público. ¿Sabes qué hacer al respecto?
Sea la plataforma de ventas que utilice, todos los negocios requieren revisar la experiencia y la imagen que generan cuando alguien se acerca a ellos. Annie Basetti de Perfil nos da algunos tips para potenciar nuestra imagen. Presta atención, emprendedor.
1.               Siempre crea experiencias agradables.
             La vivencia en su negocio debe ser única, especial y lo más emotiva que sea posible. Porque las emociones de quienes están alrededor de tu negocio deben ser tus aliadas, no las menosprecies, incorpóralas a tu estrategia. Esto habla del lugar físico o virtual donde recibes a las personas, de tu trato y tu presentación.
2.               Planifica más, corre menos.
             El trabajo inteligente es más rentable que el operativo. No por hacer muchas cosas vas a tener más éxito. Si planeas con más cuidado que tu competencia, proyectarás una mejor imagen. Los líderes de las grandes marcas no lucen desesperados ni apurados.
3.               Nunca te comprometas ciegamente a presentar algo cuando ello no depende de ti.
             Sé prudente. No ofrezcas algo de lo que no estés 100% seguro o que implique la participación de otros sobre los que no tienes control. Usa plazos con holguras para las contingencias que pudieran surgir. Sin embargo, si de tu esfuerzo depende, acepta el reto.
4.               Vuélvete un agradable preguntón y un gran observador.
             Es la única manera de realmente satisfacer y fidelizar. Pregunta mucho y escucha con atención. Cerciórate de haber comprendido correctamente. Y distingue expectativas de características.
5.               Ocúpate de caerles bien a todos, sin sacrificar tus valores y sello personal.
             ¿Por qué la necesidad de aceptación? Porque la mayor parte de las decisiones de nuestros prospectos de clientes son más emocionales que racionales (y hasta las más racionales igual guardan un componente emocional).
6.               Enfócate en la sostenibilidad y la sustentabilidad, es decir, ve el largo plazo.
             Es cierto que hay que vivir el presente, pero de cara al futuro. La persona a la que ahora tratas con indiferencia podría ser tu cliente, tu promotor o un fiero demoledor algún día. Recuerda que a un comprador le vendes una vez, pero tu cliente es el que te compra habitualmente y además te refiere.
7.               Visualiza a tus clientes y colaboradores y relaciónalos como socios estratégicos.
             Asume a tus clientes como tus promotores. Tus trabajadores y proveedores son tus clientes internos y aliados, respectivamente. Busca su bienestar a la par que el tuyo.
8.               Construye una red de contactos y trabájala sistemáticamente.
             Una de tus tareas importantes debe ser armar de una buena base de datos. En ella recoge la información relevante de las personas que conoces y que te permita clasificarla de acuerdo con criterios útiles a la hora de buscar quiénes pueden ser trascendentes en el logro de tus objetivos.
9.               Invierte tiempo y dinero en tu imagen y la de tu negocio.
             Una buena página web, los servicios de alguien que te enseñe a maximizar las funciones de las redes sociales, un uniforme de calidad para tu recepcionista son ejemplos de que entiendes el lenguaje y las necesidades de tu entorno. Si necesitas ahorrar, hazlo pero no te cortes las alas.
10.            Prohibido suponer que todo salió bien.
             Cuando estamos empezando es difícil hacer costosas evaluaciones de satisfacción. Sin embargo, no chequear si las cosas realmente están dándose como creemos puede ser de una ingenuidad mortal. He aquí la regla de oro: busca el ‘feedback’ de cada uno de tus clientes.
11.            Pregunta a quienes te rodean qué imagen proyectas y confronta las respuestas con lo que piensas de ti mismo.
             Es la más difícil de las sugerencias de la lista, porque implica el riesgo de oír aquellas cosas que no nos gusta escuchar y, peor aún, la posibilidad de que haya coincidencias en las apreciaciones, en cuyo caso no nos quedaría más que validar la crítica.

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